sábado, 21 de marzo de 2009

Eterno

Eterno

A la memoria de Uriel Sandoval Valenzuela (1981-2007)


Un año y medio no es suficiente para olvidar que se ha perdido un amigo, no es suficiente para olvidar el timbre de su voz, su risa descompasada y celebradora de buenos momentos, se requiere mucho más que ese tiempo para que llegue presurosa y triunfal la resignación. La muerte siempre es una pena muy profunda y por ser pena siempre tiene mal sabor, siempre se lo lleva todo, lo bueno y lo malo, y a su paso va dejando huellas indelebles, como los recuerdos, porque no ha habido forma de que se los lleve, porque los recuerdos no mueren.

Amigo mío, de entre lo poco que conozco como amistad aparece tu nombre reluciente, tibio, confiable, suave, arrojas a mi paso mil buenos momentos para recordar, vienes sigiloso a mis sueños, a visitarme, estrechas mi mano y me sonríes, y siempre te vas con dejo de tristeza en tu mirada, hasta los sueños bruñidos saben que ya no estás, para desgracia de nuestra amistad y de los ojos que no viste humedecerse, recrudece la amarga necesidad de tener que recordarte en tiempo pasado, lejos de mi alcance.

Mas no todo es malo, porque que aunque tu sueño es perpetuo no te aísla de tus amigos, no te aparta de las sonrisas que a diario te evocan, no te priva de los honores que mereces ni oscurece el brillo de tu presencia viva que aun anda por ahí entre nosotros, siempre pendiente de todo, tratando de conocer lo que aquí no se te permitió conocer.

Estas letras fugitivas de la conciencia, escaparon de un corazón que siente que no has sido lo suficientemente llorado, y que ha resentido mucho tu ausencia terrenal, y no tienen más objetivo que abonar un poco a mantener siempre viva la memoria de tu persona, pues creo que al mundo le hacen falta más hombres como tu, transparentes, sencillos, siempre sonriendo, siempre luchando, buscando y esperando. En la dedicatoria de un modesto libro brilla tu nombre en la primera página, para que viva junto a él, porque las letras no saben de tiempo ni muerte, ni espacio ni idioma, ni hombre ni mujer, ni amigo ni enemigo.

Hoy declaro que siempre que un hombre se despide sin quererse ir, una parte de su corazón se queda, y se queda latiendo, y morirá el día en que nadie alimente su recuerdo... con una sonrisa en silencio.

Hoy declaro que vives hermano, vives en tus amigos, en tus hijos, en tus logros, la huella que dejas tras de ti impide olvidarte.

Es inevitable, la muerte reclama a los seres vivos, pero las personas son eternas.



Baudel Martínez.
Noviembre de 2008.

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